Las palomas mensajeras tienen un extraordinario sentido de
la orientación y es muy extraño que no sepan encontrar su camino para
volver a casa. Sin embargo, existe una zona en el estado de Nueva York
en la que estas aves se pierden en ocasiones, un misterio, como el del «triángulo de las Bermudas»,
que ha dejado perplejos a los científicos durante años. ¿Cómo es
posible que las palomas se despisten y aturdan hasta no saber seguir el
rumbo en ese punto exacto del planeta? ¿Qué es lo que provoca este
extravío? Ahora, un científico del Servicio Geológico de EE.UU. cree
haber resuelto el enigma. Sus conclusiones, que aparecen publicadas en
la revista The Journal of Experimental Biology, tienen que ver con los infrasonidos y podrían explicar casos parecidos documentados en otras partes del mundo.
El investigador Jon Hagstrum se interesó por el caso
después de leer un artículo en la prensa local sobre palomas perdidas.
Hagstrum recordó una charla en la Universidad de Cornell de otro
investigador, Bill Keeton, sobre unas palomas soltadas desde tres
localizaciones concretas que tenían problemas para orientarse y regresar
a su palomar. Las que eran liberadas en Cerro Castor y en la ciudad de
Weedsport perdían el rumbo sin remedio,
mientras que las que iniciaban el vuelo en Jersey Hill escogían
direcciones al azar..., con una excepción: todas las aves que salieron
de la colina el 13 de agosto 1969 regresaron a su casa con éxito después
de haber tomado el rumbo correcto. Entonces, Keeton ya valoraba la
posibilidad de una perturbación en el campo magnético.
Varios años después de la conferencia de Keeton, a Hagstrum
se le ocurrió una posible solución al problema al leer que las palomas
pueden oír frecuencias de «infrasonido» increíblemente bajas,
ondas acústicas que, por supuesto, no son audibles al oído humano. El
infrasonido, que puede ser generado por diminutas vibraciones en la
superficie del planeta causadas por las olas en la profundidad del
océano, según explica el autor, viaja miles de kilómetros. Hagstrum se
preguntó si las palomas mensajeras escuchan este «rumor» distintivo de
baja frecuencia para encontrar el camino a casa. En ese caso, las aves
que no pueden oír la señal, debido a que el lugar donde son soltadas
está «protegido» de alguna manera, serían incapaces de encontrar su
rumbo y se perderían.
Condiciones meteorológicas
Hagstrum decidió investigar las condiciones meteorológicas
en los días de lanzamientos fallidos de las palomas y averiguar si había
algo en el aire que podría explicar su desorientación. Instaló un
programa de acústica compleja -HARPA- y utilizando la temperatura,
dirección del viento y mediciones de velocidad tomadas en estaciones
meteorológicas locales durante esos días, reconstruyó las condiciones
atmosféricas de los tres lugares. Entonces, calculó cómo el infrasonido
viajó desde el palomar a través de la atmósfera, reflectándose a través
de las capas de aire y rebotando en el suelo, para saber si Jersey Hill,
Castro Hill y Weedsport estaban a la sombra del infrasonido del
palomar.
Sorprendentemente, todos los días en que las aves
desaparecieron desde Jersey Hill, la señal infrasónica había sido guiada
lejos de la tierra hasta quedar alta en la atmósfera, así que las aves
no podían recogerla. Sin embargo, el 13 de agosto de 1969, las
condiciones atmosféricas fueron perfectas y esta vez la señal
infrasónica llegó directamente a Jersey Hill. Cuando calculó las rutas
de la señal infrasónica del palomar hacia Castor Hill y Weedsport,
Hagstrum se explicó por qué las aves tomaban siempre el rumbo
equivocado: El terreno y los vientos habían desviado el infrasonido y
las palomas tomaban una dirección equivocada.
El descubrimiento de Hagstrum puede explicar otros
«triángulos de las Bermudas» de las palomas registrados en otras partes
del mundo, como por ejemplo en Yorkshire, Reino Unido.
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