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jueves, 23 de mayo de 2013

¿Será posible controlar la proliferación nuclear?

¿Será posible controlar la proliferación nuclear?

¿Será factible controlar el desarrollo de tecnologías de doble uso que entrañan el peligro de poder crear armas nucleares?

Los mayores Estados industrializados del mundo no han avanzado mucho en sus esfuerzos por dar solución a este problema. Estos días, en Suiza, en el marco del Foro Internacional de Luxemburgo para la prevención de la hecatombe nuclear, se sostienen acalorados debates sobre las amenazas reales y ficticias en este ámbito.
Algunos expertos están seguros de que sí es posible controlar la proliferación de las armas de destrucción masiva. Por ejemplo, instituyendo un centro de información en asociación con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) que recopile datos proporcionados por los servicios de inteligencia e institutos científicos de los mayores países. Durante muchos años, el OIEA se empeña infructuosamente en influir en los Estados, por unas u otras razones interesados en desarrollar su propia arma nuclear.
Mientras, el tradicional quinteto nuclear, integrado por la URSS, EEUU, Gran Bretaña, Francia y China, hace tiempo que pasó a la historia. A día de hoy, han anunciado la posesión del arma nuclear India, Pakistán y Corea del Norte. Se supone que también dispone de esta arma Israel, rodeado de enemigos.
La intención de hacerse con el arma nuclear se la atribuyen a Brasil, Turquía y Egipto. Y eso sin hablar de Irán, principal dolor de cabeza para los “valedores de la paz” estadounidenses y europeos, o sea, aquellos que lanzan operaciones contra las autoridades legítimas de Estados soberanos.
En esta relación, ¿sería justificado dramatizar la ampliación del “club nuclear”? El director de la revista Atomnaya strategia (Estrategia atómica), Oleg Dvoinikov, enfoca el problema desde una óptica nueva:
Dando por descontado que el arma nuclear es un instrumento de disuasión y asegura una paz duradera, se impone la conclusión de que no es tan mala. Reflexionemos: ¿si Iraq, Siria y Serbia hubieran tenido armas nucleares, habría arremetido alguien contra estos países?
Ello no obstante, es dudoso que acepten este enfoque los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y expertos del OIEA. Pero sus declaraciones no van más allá de buenas intenciones. A pesar del apoyo que occidente y Rusia prestan al OIEA, este no posee suficientes atribuciones, palancas políticas e instrumentos técnicos para controlar los centros de desarrollo de novísimas tecnologías, sanctasanctórum de los Estados soberanos que, hablando en rigor, están en el derecho de no revelar sus secretos.
El problema del derecho a poseer un arma nuclear propia reviste en buena medida un carácter evaluativo. Es que los así llamados países civilizados, que se oponen a la ampliación del “club nuclear” y tildan de gamberros a algunos Estados, en reiteradas ocasiones actuaron como agresores.
Por lo tanto, crece incesantemente el número de países deseosos de poseer su propia arma nuclear. Es un proceso objetivo. Necesitan el arma mortífera como garantía en un contexto de agravamiento de la tirantez y de los problemas económicos globales. Otra cosa es que un bajo nivel tecnológico, la inestabilidad política y la posibilidad de que el arma nuclear caiga en manos de terroristas en estos países, entraña gravísimos problemas para el mundo.
El experto ruso Vladímir Dvorkin acota que, hoy por hoy, veintidós Estados rehúsan ratificar los protocolos que estipulan la no proliferación del arma nuclear, lo que evidencia no solo sus planes de largo alcance, sino también, tal vez, los enérgicos esfuerzos por desarrollar el arma nuclear. ¿Podrá invertir la situación la institución de un organismo nuevo, paralelo al OIEA? Vladímir Avérchev, miembro del Consejo para la Política Exterior y de Defensa, no experimenta demasiado optimismo con este planteamiento:
Lo más probable es que se implementen los programas de intercambio de datos entre los servicios secretos de los países que poseen el arma nuclear. De esto no se ha informado a nivel oficial. No creo que la institución de un centro internacional que recopile toda la información, incluida la proporcionada por los servicios de inteligencia, sea un proyecto exitoso. El OIEA ya cumple las funciones de tal centro. Mientras, los datos de los servicios secretos es un ámbito sumamente delicado, en que la calidad y plenitud de la información facilitada depende directamente del grado de confianza entre los respectivos servicios y, consiguientemente, es una cuestión de cooperación política.
De todas formas, los analistas europeos confían en idear mecanismos que permitan detectar, en la etapa temprana, los indicios de desarrollo de tecnologías nucleares por los Estados que no deberían poseerlas. Pero, acto seguido, se plantea este interrogante: ¿Qué hacer si los países sospechosos ya se han acercado al punto de inflexión? En tal caso, los políticos occidentales a menudo se expresan a favor de adoptar medidas preventivas, por regla general, de carácter militar. Pero, ¿no causarán estas medidas tragedias de proporciones aún mayores? Al parecer, es un dilema insoluble.

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